En algún lecho del golfo del Corintio, una mujer contempla, a la luz del fuego, el perfil de su amante dormido. En la pared se refleja su sombra.
El amante, que yace a su lado, se irá. Al amanecer se irá a la guerra, se irá a la muerte. Y también la sombra, su compañera de viaje, se irá con él y morirá con él.
Es de noche todavía. La mujer recoge un tizón entre las brasas y dibuja en la pared el contorno de la sombra.
Esos trazos no se irán.
No la abrazarán, y ella lo sabe.
Pero no se irán.
Pero no se irán.
(espejos_Galeano)
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